En las últimas décadas, las mujeres protagonizaron un enorme cambio cultural en Argentina, la región y el mundo. Desde la segunda mitad del siglo XX, comenzaron a incorporarse al mercado de trabajo, y muchos hogares dejaron de tener un único ingreso, poniendo en jaque el modelo del “varón proveedor”.
Esta revolución, sin embargo, no se replicó al interior de los hogares, donde ellas siguen siendo las principales responsables de las tareas domésticas y del cuidado de los/as hijos/as. Mientras casi todas las mujeres trabajan en el hogar, solo 6 de cada 10 varones lo hacen y, en promedio, dedicando la mitad del tiempo que ellas (3 contra 6 horas). También persisten grandes desafíos en el mercado de trabajo remunerado. Las mujeres sufren más el desempleo y la precariedad laboral y suelen acceder a puestos y sectores peor remunerados y de menor jerarquía, además de estar más representadas en el sector informal. Todas estas situaciones se agudizan para las mujeres de menores recursos.
Más infoNo solo las leyes o normas formales condicionan nuestra conducta, sino que, frecuentemente, nuestros comportamientos cotidianos son el resultado del aprendizaje de normas y expectativas sociales mucho más sutiles e implícitas. Algunas de estas refieren al comportamiento que se espera de cada persona según su género. Cuando las internalizamos, nos comportamos y reproducimos estereotipos de género y sesgos en nuestra mirada sobre varones, mujeres y otras identidades de género.
Así como las normas de género condicionan los roles que ocupan mujeres y varones en el hogar y las familias, también afectan su rol en el mercado laboral. Por ejemplo, al asumir que las mujeres deben dedicarse prioritariamente al trabajo en el hogar, se ponen en duda sus capacidades para participar en el mercado de trabajo. A su vez, los estereotipos de género no sólo clasifican a las actitudes y comportamientos como “de varones” o “de mujeres”, sino que la misma clasificación se realiza con algunos trabajos. Por ejemplo, en nuestro imaginario colectivo, las ocupaciones como maestra, enfermera y secretaria están asociadas a empleos femeninos, mientras que colectivero, cirujano y presidente se relacionan con varones. Esto no sólo afecta los tipos de trabajo a los que las mujeres pueden acceder, sino también condiciona los cargos a los que pueden llegar.
Más infoTener garantizado el derecho a una educación de calidad facilita el acceso a mayores oportunidades laborales, pero estas trayectorias igualmente están afectadas por estereotipos de género. En Argentina las mujeres obtienen mejores resultados educativos que los varones y son la mayoría de los graduados universitarios y, sin embargo, esto no revierte las múltiples brechas de género que existen en el mercado de trabajo.
En la escuela también se reproducen normas, sesgos y estereotipos de género que fomentan la división sexual del trabajo, especialmente en aquellas donde no se garantiza el derecho a la Educación Sexual Integral. Esto se hace evidente más tarde en la elección de carreras universitarias, donde los varones son mayoría en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, y las mujeres en las de humanidades. Sin embargo, las normas de género que están detrás comienzan a internalizarse en edades mucho más tempranas, en la educación primaria y secundaria.
Más infoLas normas patriarcales de género asignan roles muy diferentes a varones y mujeres tanto en la esfera pública, como privada. La incorporación de las mujeres al mercado de trabajo ayudó a suavizar un poco esos límites pero, al día de hoy, el trabajo doméstico (como las tareas de limpieza, cocina y gestión del funcionamiento del hogar) y el cuidado de otras personas con dependencia (como niños pequeños, personas mayores o con discapacidad) son consideradas responsabilidades principalmente femeninas y por las que ellas, además, no reciben nada a cambio.
Esto tiene implicancias negativas tanto dentro como fuera de los hogares. Por un lado, genera una relación desigual entre varones y mujeres al interior de las familias, ya que ellas realizan la mayor parte de un trabajo del que se benefician todos. Por el otro, fuera del hogar ellas también se ven perjudicadas porque sus responsabilidades domésticas compiten constantemente con las laborales cuando, por ejemplo, los horarios escolares de hijas e hijos no coinciden con los laborales.
Esta problemática se agudiza para las familias de menores recursos que no pueden, por ejemplo, pagar por dejar a sus niñas/os al cuidado de otras personas o en espacios de cuidado como jardines iniciales o escuelas de doble turno. En estos casos, el cuidado suele quedar a cargo de una mujer de otra generación, ya sea una abuela, tía, o muchas veces, las hermanas más grandes de la familia. Con frecuencia esta problemática termina por expulsar a las mujeres del mercado de trabajo porque para algunas mujeres sus ingresos no alcanzan para cubrir el costo de las necesidades de cuidado, lo que atenta contra su autonomía económica.
Más infoEl término jóvenes “ni-ni-ni” refiere a aquellos que no trabajan, estudian, ni buscan trabajo. Contra el estereotipo ampliamente difundido de que se trata en su mayoría de varones que “están en la esquina”, los datos de la última encuesta de uso del tiempo indican que el 77% de los “jóvenes ni-ni-ni” son mujeres y que 9 de cada 10 de ellas está realizando tareas de trabajo doméstico no renumerado. La conceptualización de los “ni-ni-ni”, entonces, no solo es errónea, sino que también invisibiliza el valor económico de las tareas de cuidado y trabajo doméstico realizadas en la esfera privada por estas jóvenes.
Más infoLa Asignación Universal por Hijo (AUH) es el principal programa de protección social en Argentina, y el 97% de sus titulares son mujeres. Ellas tienen, en promedio, 1,8 hijos/as. El 52% tiene a cargo solo un niño/a, el 28% tiene dos; y solo el 2% tiene cinco. Es decir que la amplia mayoría de perceptoras de la AUH no tienen familias numerosas. Además, los estudios que analizaron el efecto de esta política sobre la fecundidad encontraron efectos inconclusos, nulos o muy pequeños, y restringidos únicamente a ciertos grupos, principalmente explicado porque el monto de la transferencia es bajo como para influir en la decisión de tener hijos/as: $2652, de los que solo $2121,60 se reciben mensualmente (corrientes a septiembre de 2019).
Más infoEn Argentina, la mayoría de los embarazos ocurridos en el subsistema público de salud son declarados como no planificados o no intencionales, y la no intencionalidad es mayor en el caso del embarazo en la adolescencia. Según datos del Sistema Informático Perinatal, casi 7 de cada 10 embarazos en la adolescencia (68,1%) no fueron intencionales. Sin embargo, para las madres adultas, la tasa de no intencionalidad también es alta y alcanza el 56,5%. Más allá de que esto no implica la ausencia del deseo eventual de maternar, el hecho de que la mayoría de los embarazos no sean intencionales indica que, en Argentina, las mujeres enfrentan muchas barreras para gozar plenamente de sus derechos sexuales y reproductivos y poder tomar decisiones libres, seguras e informadas respecto del inicio de la vida reproductiva.
Más infoLas mujeres en edad fértil suelen enfrentar situaciones de discriminación por los prejuicios asociados a la maternidad. Estos prejuicios son infundados porque, en primer lugar, estudios demostraron que, en Argentina, la contratación de una mujer implicaría solo un costo adicional de 1%, con respecto a la contratación de un varón. Pero, además, este prejuicio se basa en la noción de que las mujeres son las únicas responsables del cuidado de los y las hijos/as y que, por lo tanto, ellas deberán ausentarse del trabajo por licencias de maternidad o casos de enfermedad de los niños y niñas, redundando así en mayores costos para los empleadores. Sin embargo, el problema subyacente en esa afirmación es la falta de corresponsabilidad al interior de los hogares y en el régimen de licencias actual. Madres y padres son igualmente responsables de la crianza de sus hijos/as y, por lo tanto, es inequitativo que solo ellas enfrenten penalidades en sus ámbitos de trabajo, o que ellos reciban solo 2 días de licencia por nacimiento.
Más infoLas mujeres en Argentina alcanzan, en promedio, mayores niveles educativos que los varones. Sin embargo, mientras que 8 de cada 10 varones participan del mercado de trabajo, solo 6 mujeres lo hacen. Estos datos evidencian que, a pesar de que ellas están más capacitadas, existen otros factores que condicionan la inserción laboral y las trayectorias laborales de cada persona. Las normas de género, por ejemplo, inciden sobre el tiempo que varones y mujeres dedican a las tareas domésticas y de cuidado. Además, los estereotipos sobre las habilidades y el comportamiento de varones y mujeres que generan diferencias de criterio en su evaluación para un puesto de trabajo. La evidencia sugiere que las mujeres están sujetas a estándares más altos, lo que perjudica sus probabilidades de ascenso.
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