Todos los niveles del Estado, tanto municipal como provincial y nacional, tienen la responsabilidad de contribuir a cerrar las brechas entre varones y mujeres en el mundo del trabajo, en cumplimiento del marco legal vigente. Además, la equidad económica de género es buena para el desarrollo económico: genera crecimiento y empleo.
La distribución desigual de las responsabilidades de cuidado condiciona especialmente las posibilidades laborales de mujeres. Los diferentes organismos y niveles del Estado pueden contribuir a minimizar esa desigualdad mediante la ampliación de espacios de crianza, enseñanza y cuidado donde las familias puedan dejar a sus hijos/as durante la jornada laboral.
La implementación de estas políticas puede implicar una mayor inversión presupuestaria en el corto plazo, pero más de la mitad de lo invertido se recuperaría vía impuestos a los pocos meses. Además, estas medidas tienen efectos muy positivos sobre el crecimiento económico del país y sobre la generación de empleo. Por ejemplo, garantizar que la mitad de los niños y niñas de menos de 4 años pueda asistir a un espacio de cuidado crearía más de 1 millón de puestos de trabajo y haría crecer al PBI en más de 5 puntos porcentuales.
Más informaciónA nivel provincial y nacional, el Estado también podría contribuir en el cierre de las brechas de género mediante la ampliación de las licencias por paternidad y familiares. Hoy en día, las madres empleadas en el sector privado reciben en promedio 90 días de licencias y los padres reciben solo dos días. El mensaje implícito detrás de la normativa es que el cuidado de los niños es únicamente responsabilidad de las mujeres. Para el empleo público, algunas provincias ya avanzaron en modificar el régimen de licencias para promover la responsabilidad compartida entre los géneros en el cuidado.
Más informaciónPor último, es clave que el Estado incorpore un enfoque de género transversal a todas sus áreas. Transversalizar la perspectiva de género refiere a incorporar al género como una variable en el diseño, la implementación, el monitoreo y la evaluación de las acciones de gobierno. La estrategia permite considerar e identificar las diferencias por género en los resultados potenciales de las políticas, a partir del diagnóstico de los determinantes de las brechas de género y con el objetivo explícito de disminuirlas. Las políticas públicas de empleo y educación, por ejemplo, podrían verse muy beneficiadas si contemplaran los puntos de partida desiguales en los que se encuentran varones y mujeres.
Más informaciónLas brechas de género en el mercado de trabajo son producto de una combinación de normas sociales de género, estereotipos y sesgos que se materializan en la decisión de los empleadores al elegir a quién contratar y cómo hacerlo. En consecuencia, los empleadores, sean públicos o privados, individuos o empresas, tienen la oportunidad de avanzar hacia una sociedad más equitativa introduciendo la perspectiva de género en todos sus procesos organizaciones y regulaciones vinculadas con el tiempo y espacio de trabajo y las modalidades de selección, contratación y promoción internas.
Existen buenas prácticas que se pueden identificar en la experiencia de algunos países y empresas que sirven para reducir los sesgos y prejuicios, y así avanzar hacia la eliminación de las brechas de género en el mercado de trabajo.
Además de contribuir a cerrar las brechas de género, los empleadores también se verían beneficiados al implementar estas prácticas. La conformación de grupos diversos de trabajo y el establecimiento de espacios de trabajo amigables contribuyen a la mejora en la productividad y rendimientos de las empresas.
Más informaciónLa división de tareas al interior de cada hogar puede reproducir los estereotipos de género o, por el contrario, ayudar a eliminarlos. Por ejemplo, si dentro de cada familia siempre es la misma persona la que se encarga de cocinar, lavar los platos, lavar la ropa, ayudar a los niños con sus deberes y demás tareas cotidianas, es probable que el resto de los integrantes del hogar se acostumbren a que esas tareas se realicen sin su participación, cuando en realidad también se benefician de ellas y, por lo tanto, son en parte responsables. Además, si esas tareas quedan siempre a cargo de una mujer, no sólo se reproduce la desigualdad al interior del hogar, sino que también se fomentan estereotipos de género que perjudican las oportunidades de las mujeres.
Para evitar la reproducción de estos estereotipos, en primer lugar, es importante valorizar el trabajo doméstico y de cuidado que suele caer sobre las mujeres. Todos los miembros de una familia se benefician de ese trabajo y, si nadie lo hiciera, la organización al interior de cada familia se desarmaría. Por lo tanto, si el trabajo realizado es útil para todas las personas de un hogar, ¿por qué lo realiza sólo una de ellas?
Además de darle a este trabajo el valor que merece, es importante realizar acciones concretas para distribuir de forma más equitativa del trabajo en el hogar. En la actualidad en Argentina existen muchas estructuras de familia diferentes, pero todas, sea cual sea su conformación, tienen la posibilidad de distribuir mejor sus quehaceres.
En el caso de las familias con hijos/as es importante que madres y padres les enseñen tanto a niñas y a niños a valorar las tareas domésticas y de cuidado y que puedan participar de ellas independientemente de su género. De lo contrario, si a las niñas se les pide “ayuda en la cocina” (que es trabajo) mientras que, por ejemplo, sus hermanos varones hacen deportes, se contribuye a la reproducción de estereotipos sexistas.
En los hogares conformados por adultos, también es importante avanzar hacia una distribución más equitativa de estas tareas e incentivar que todos, varones, mujeres, jóvenes, tíos, abuelas, y cualquier otro integrante, se involucren activamente en su ejecución.
Una distribución más equitativa de estas tareas, además, facilitaría que las mujeres puedan insertarse en el mercado de trabajo en igualdad de condiciones que los varones y, así, obtener más independencia económica. Además, al promover la participación de mujeres y varones en roles no típicamente asignados a sus géneros, se avanza hacia la reducción de estereotipos y sesgos de género, y del impacto negativo de las normas de género sobre la sociedad.
Más informaciónLas escuelas cumplen un rol fundamental en el crecimiento de las personas y, por lo tanto, son un lugar clave para la reproducción de normas, estereotipos y sesgos de género. En este sentido, las instituciones educativas presentan un gran desafío y oportunidad: aprovechar su rol crítico en la formación de las personas para desarmar las estructuras desiguales de género. Para avanzar en esta dirección, es necesaria la participación de directivos y docentes y, también, el involucramiento del alumnado, las familias, y la comunidad.
Para que la perspectiva de género esté presente en todas las materias y actividades que se realizan en las escuelas, es fundamental garantizar la implementación de la Educación Sexual Integral (ESI) en el proyecto curricular institucional. La ESI es un derecho de todos los niños, niñas y adolescentes, y es obligación legal del Estado y de toda la comunidad educativa garantizarla, en todos sus ejes (derechos, diversidad, género, salud y cuidado del cuerpo y afectividad). La implementación de la ESI permite avanzar en la garantía de derechos sexuales y reproductivos y en la eliminación de estereotipos sexistas con un enfoque interdisciplinario.
La escuela es un agente clave para avanzar hacia el cambio cultural necesario para transformar las normas de género. Todos sus integrantes pueden contribuir a este objetivo. Los maestros y directivos pueden actualizar los contenidos de las clases y analizar que estos no estén, implícitamente, reproduciendo estereotipos sexistas. También pueden ofrecer espacios para que los estudiantes acerquen propuestas y colaboren en la identificación de los estereotipos de género. Por su parte, los estudiantes pueden impulsar la ampliación de actividades vinculadas con la ESI y otros espacios de discusión al interior de las escuelas. Por último, un involucramiento más activo de las familias ayudaría a garantizar que la transformación de normas de género se traslade fácilmente de las aulas al resto de la comunidad.
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